8/22/2007

Alimentos transgénicos


Por alimento transgénico o modificado genéticamente se entiende aquel alimento en el cual, mediante ingeniería genética, se ha introducido un gen de otro organismo o se le ha suprimido o modificado un gen propio. Esta modificación genética permite que el organismo, por ejemplo un vegetal, produzca una nueva proteína o deje de producir una proteína del organismo original. Dicho de otra forma, es aquel alimento obtenido de un organismo al cual le han incorporado genes de otras especies para producir una característica deseada, a modo de ejemplo, tomar los genes de un pescado que le permitan resistir al frío e incorporarlos a un tomate. El hombre lleva varios miles de años modificando los vegetales que utiliza como alimento, tal es el caso de muchas frutas que son productos de mezclas de diferentes plantas, sin embargo la ingeniería genética permite ahora llevar a cabo en pocos años y en forma controlada modificaciones que antes costaban décadas de trabajo. En un principio, el hombre se alimentaba de los animales que podía cazar o de las especies vegetales que crecían en su entorno más inmediato, posteriormente se idearon técnicas para cultivar ciertas plantas, cuando los primeros seres humanos decidieron establecerse y cultivar sus alimentos, en lugar de vagar para encontrarlos, nacieron la agricultura y la civilización. Con el tiempo, los métodos se han vuelto más sofisticados, pero todos los intentos por mejorar los cultivos de alimentos han dependido, del enfoque popular de la naturaleza hacia la producción. Las aves y abejas aún permiten a los reproductores cruzar cultivos con sus parientes silvestres. La reproducción de híbridos desarrolla características deseables, tales como un sabor más agradable, un color más intenso y mayor resistencia a ciertas enfermedades vegetales. En sus comienzos, la ingeniería genética se utilizó para producir sustancias de uso farmacéutico, como la insulina, vía la modificación genética de microorganismos, con los posteriores desarrollos aquellas investigaciones preliminares se aplicaron y derivaron en la obtención de vegetales y animales modificados genéticamente de forma tal de mejorar sus propiedades implícitas. Los objetivos y mejoras principales a los que se apuntaba eran los de obtener mayor vida comercial en los productos, resistencia a condiciones ambientales más agresivas (heladas, sequías, distintos tipos de suelos), resistencia a herbicidas más fuertes y potenciar la autodefensa contra plagas e insectos.
El primer alimento, modificado por la ingeniería, en ser producido para el consumo masivo fue el tomate Flavr Svr, el 18 de mayo de 1994, la Agencia para la Alimentación y los Medicamentos (FDA) estadounidense autorizó la comercialización de este tomate. El fruto había sido modificado genéticamente por la compañía Calgene para frenar el proceso de ablandamiento y senescencia tras la maduración. En el caso de los tomates Flavr-Savr se inhibe una enzima responsable del ablandamiento y senescencia del fruto maduro, al ser este proceso más lento tomates pueden recolectarse ya maduros y comercializarse directamente, habitualmente los tomates normales se recogen verdes y se maduran artificialmente antes de su venta, con etileno, por lo que su aroma y sabor son inferiores a los madurados de forma natural. Desde entonces se han elaborado cerca de cien vegetales con genes ajenos insertados. Los productos transgénicos más importantes en la actualidad son la soja resistente al herbicida glifosato. El glifosato es un herbicida no selectivo de amplio espectro, desarrollado para eliminación de hierbas y de arbustos, en especial los perennes, es un herbicida total que es absorbido por las hojas y no por las raíces. La aplicación de Glifosato mata las plantas eliminando su capacidad de generar aminoácidos aromáticos. El glifosato es el principio activo del herbicida con nombre comercial Roundup de Monsanto. Monsanto patentó el evento Resistencia al Glifosato con transgénesis con el género Petunia, a través de un género de bacteria portador del gen resistencia de Petunia, incorporando así a la planta de soja la resistencia al glifosato. El gen de tolerancia al herbicida insertado en la soja procede de otra planta y favorece la sustitución de otros insecticidas más tóxicos por otros menos perjudiciales para mamíferos, peces y aves. Todas las variedades resistentes a insectos producidas hasta el momento llevan genes específicos para generar la toxina Bt, una sustancia que se vaporiza sobre los cultivos. Otros alimento que posteriormente se modificó fue el maíz, al que se le modificó para resistir determinados insectos y generar mayores rendimientos por cultivo y cosecha. Desde muchos puntos de vista, las perspectivas de esta tecnología son bastamente amplias por lo que actualmente existen varias decenas de otros productos listos para ser comercializados. Sin embargo, y aún a pesar de las amplias fronteras que esta ciencia tiene, debido a diversas razones la cantidad de productos disponibles en el mercado es muy reducida y acotada. Como contra cara de este tremendo avance tecnológico existe una segunda voz, la que se mantiene en contra de la manipulación genética de los alimentos y que enuncia que esta atenta contra la salud de la población. Estas voces de protesta se originan en que existen campos con diversas dudas concernientes al tema, que la ciencia no ha develado completamente. Por esto, es que diversas organizaciones ambientalistas y ecologistas claman en favor de la agricultura biológica y orgánica, y promueven los alimentos de calidad que no aplican modificaciones o alteraciones genéticas, o utilizan agroquímicos y/o agro tóxicos para su crecimiento. Dada la corta historia de este tremendo avance tecnológico, existe poca legislación que controle o regule la utilización de esta ciencia. Al respecto, una de las pocas condiciones que se deben cumplir son las de respetar una directiva europea de 1997 que obliga a que los productos transgénicos:
Demuestren ser necesarios y útiles, sean seguros para la salud humana y el medio ambiente,
que sus características sean las declaradas y se mantengan a través del tiempo, que posean un etiquetado detallado que especifique si el producto está modificado genéticamente.
Los ingredientes (sustancias transgénicas) más habituales y a tener en cuenta al momento de leer una etiqueta de alimentos son los siguientes:
Lecitina de soja, proteína vegetal texturizada, proteína texturada de soja, dextrosa, aceite vegetal hidrogenado, emulsionante (proteína de soja aislada), harina de soja. Actualmente la mayoría de los productos que contienen bases de soja o lecitina de soja, suelen aparecen camuflados bajo la inscripción 322.
Las aplicaciones de la ingeniería genética reconocidas para obtener productos de características mejoradas son las siguientes:
• Apio, zanahoria: prolongar el crujiente en el momento de ser ingerido.
• Achicoria (radicheta): incremento de la dulzura en su sabor.
• Café: mejorar la resistencia al ataque de insectos, incrementar el rinde productivo (rendimiento de la plantación y la cosecha), reforzar el aroma, reducir el contenido de cafeína.
• Maíz: incrementar la resistencia al ataque de insectos.
• Papa: potenciar su resistencia a ser afectada por virus, aumentar su resistencia al ataque de insectos, reducir su capacidad de absorción de aceites (durante la fritura), obtener variedades más dulces.
• Soja: reducir la necesidad de utilización de fertilizantes, favorecer su resistencia a herbicidas más selectivos, incrementar su aporte nutritivo aumentando su valor proteico, eliminar los componentes causantes de alergias.
• Uva: conseguir nuevas variedades sin semillas.
Los productos que resultan de la manipulación genética se pueden clasificar de acuerdo con los siguientes criterios:
• Organismos susceptibles de ser utilizados como alimento y que han sido sometidos a ingeniería genética como, por ejemplo, las plantas manipuladas genéticamente que se cultivan y cosechan.
• Alimentos que contienen un aditivo derivado de un organismo sometido ingeniería genética. • Alimentos que se han elaborado utilizando un producto auxiliar para el procesamiento (por ejemplo, enzimas), creado gracias a las técnicas de la ingeniería genética. Este tipo de sustancias suelen denominarse alimentos recombinantes.
Para incorporar genes foráneos comestibles en la planta o en el animal, es preciso introducir vectores o «parásitos genéticos», como plásmidos y virus, a menudo inductores de tumores y otras enfermedades (por ejemplo, sarcomas y leucemias). Estos vectores llevan genes marcadores que determinan la resistencia a antibióticos como la kanamicina o la ampicilina, que se pueden incorporar a las poblaciones bacterianas (de nuestros intestinos, del agua o del suelo). La aparición de más cepas bacterianas patógenas resistentes a antibióticos constituye un peligro para la salud pública.
La misma técnica se ha utilizado para conseguir soja con un aceite de alto contenido en ácido oleico (89% o más, frente al 24% de la soja normal).
El maíz resistente al ataque de insectos contiene un gen que codifica una proteína, que tiene acción insecticida al ser capaz de unirse a receptores específicos en el tubo digestivo de determinados insectos, interfiriendo con su proceso de alimentación y causándoles la muerte. La toxina no tiene ningún efecto sobre las personas ni sobre otros animales. La utilización de plantas con genes de resistencia a insectos y herbicidas permite reducir el uso de plaguicidas y conseguir un mayor rendimiento. Los vegetales transgénicos más importantes para la industria alimentaria son, por momento, la soja resistente al herbicida glifosato y el maíz resistente al insecto conocido como taladro. Aunque en algunos casos se emplea la harina, la utilización fundamental del maíz en relación con la alimentación humana es la obtención del almidón, y a partir de éste, de glucosa y de fructosa. La soja está destinada a la producción de aceite, lecitina y proteína. En la actualidad se comercializan cerca de setenta alimentos transgénicos en todo el mundo, la gran mayoría de ellos en países como Australia, Canadá, Japón y los Estados Unidos.
Beneficios de la biotecnología de alimentos
Estas nuevas técnicas auguran posibilidades reales de optimizar la producción de alimentos. El método mencionado en el caso de los tomates, cosechados para el consumo directo, sin necesidad de que maduren artificialmente en cámaras, se está aplicando al cultivo de melones, duraznos, plátanos y papayas de mejor sabor, y a flores recién cortadas, cuya duración se prolonga, más concretamente, la biotecnología influirá positivamente en los siguientes aspectos:
• Mejor calidad de los granos en semilla.
• Mayores niveles de proteínas en los cultivos de forrajes.
• Tolerancia a sequías e inundaciones
• Tolerancia a sales y metales.
• Tolerancia al frío y al calor.
Los experimentos de manipulación genética aplicados a producción de maíz han arrojado un balance positivo en la actualidad el maíz y la soja son los vegetales transgénicos más importantes para la industria alimentaria.
“Por el momento, los beneficios que aportan los alimentos transgénicos no son tan evidentes para el consumidor como lo son para el productor y para el medio ambiente", afirma el doctor John Thomas, investigador del Health Science Center de la Universidad de Texas (Estados Unidos). Los vegetales transgénicos disponibles permiten reducir la utilización de pesticidas y herbicidas, de esta forma, es posible reducir los costos y se aumenta la productividad de la tierra. "En cuanto a los beneficios de los alimentos transgénicos para los consumidores, continúa el doctor Thomas, estos se verán en el futuro, cuando salgan de los laboratorios muchos de los productos que actualmente se encuentran en distintas fases de experimentación". Alimentos fortificados con vitaminas y micronutrientes esenciales, por ejemplo, serán de gran utilidad para combatir las deficiencias nutricionales que padece un elevado porcentaje de la humanidad. Incluso se está experimentando con la creación de alimentos que contengan productos medicinales, los alimentos que contengan vacunas son un buen ejemplo de ello.
Otro ejemplo de alimento transgénico que debe salir al mercado en los próximos años es el arroz genéticamente modificado, cuyo nombre es arroz dorado (golden rice, en inglés). Este arroz, actualmente desarrollado en laboratorios de distintos países, Suiza, principalmente, se ha modificado genéticamente para que contenga más micronutrientes, como la vitamina A y el hierro.
Riesgos de la Biotecnología de los alimentos
La introducción de genes nuevos en el genoma de la planta o del animal manipulado provoca transformaciones impredecibles de su funcionamiento genético y de su metabolismo celular, el proceso puede acarrear la síntesis de proteínas extrañas para el organismo, responsables de la aparición de alergias en los consumidores, la producción de sustancias tóxicas que no están presentes en el alimento no manipulado, así como alteraciones de las propiedades nutritivas (proporción de azúcares, grasas, proteínas, vitaminas, etc.).
Hay suficientes peligros reales como para afirmar que estos alimentos no son seguros. Las experiencias pasadas con biocidas como el DDT, aconsejan una prudencia extrema. Junto a los riesgos sanitarios, la amenaza para el medio ambiente es, incluso, más preocupante, la extensión de cultivos transgénicos pone en peligro la biodiversidad del planeta potencia la erosión y la contaminación genética, además del uso de herbicidas (un importante foco de contaminación de las aguas y de los suelos de cultivo). Según un informe de la OCDE, el 66% de las experimentaciones de campo con cultivos transgénicos que se realizaron en años recientes estuvieron encaminadas a la creación de plantas resistentes a herbicidas La Agencia de Medio Ambiente de Estados Unidos advierte de que este herbicida de amplio espectro ha situado al borde de la extinción a una gran variedad de especies vegetales del país, por otro lado, está considerado uno de los más tóxicos para microorganismos del suelo, como hongos, actinomicetos y levaduras. Otra de las preocupaciones fundadas es el posible escape de los genes transferidos hacía poblaciones de plantas silvestres, relacionadas con dichos cultivos transgénicos, mediante el flujo de polen, la existencia de numerosas hibridaciones entre si, todos los cultivos transgénicos y sus parientes silvestres ha sido bien documentada, la introducción de plantas transgénicas resistentes a plaguicidas y herbicidas en los campos de cultivo conlleva un elevado riesgo de que estos genes de resistencia pasen, por polinización cruzada a malas hierbas silvestres emparentadas creándose así las denominadas «súper malas hierbas», capaces de causar graves daños en plantas y ecosistemas naturales. A su vez, estas plantas transgénicas con características nuevas pueden desplazar a especies autóctonas de sus nichos ecológicos.

1 comentario:

Unknown dijo...

No estoy contra la ciencia pero prefiero comer de una buena huerta natural, que de un laboratorio....
Ojala tuviera un huertito...
Saludos, Cristina

http://vidaculinaria.blogspot.com